Page 34 - Miradores y Pueblos del Concejo de Ponga
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Carlos Monasterio Escudero
Catedrático de Hacienda Pública.
Universidad de Oviedo
Ponga, la geografía perfecta
En un país lleno de colladas, valles, montañas, majadas, ríos y arroyos, como sucede en
Asturias, es difícil que un determinado lugar destaque por su belleza, pero eso es lo que
sucede en Ponga, donde la Geografía resulta elevada a una de las Bellas Artes.
No es que las montañas de Ponga sean las más altas de Asturias, o sus ríos los más
caudalosos, sino que la armonía del paisaje, la sucesión de colladas donde pueden llenarse
los ojos de belleza (como decía Gracián, “cuando los ojos ven lo que nunca vieron, el corazón
siente lo que nunca sintió”), los valles profundos donde la luz del atardecer junta el dorado
con el verde, la singularidad de los hórreos beyuscos a dos aguas en las aldeas, las majadas
con techo de llábanes, los bosques de haya con su belleza mágica, muestran todos juntos
una armonía incomparable.
Se podrá sospechar que todo lo anterior es fruto del entusiasmo del autor que ,como
pongueto, siente un especial cariño por lo suyo, pero en lo que sigue voy a comentar algunas
razones que espero despierten la curiosidad del lector, le hagan conocer algo de la historia
de Ponga y, sobre todo, lo animen a caminar y contemplar sus sendas.
El mayor conocedor y comentarista de la montaña asturiana ( y hasta podríamos decir
que su creador literario) José Ramón Lueje, ya dejó escrito que, aparte del caso singular de
los Picos de Europa, la geografía de Ponga destaca sobre todas las demás. Por utilizar su
definición “Ponga, el más abrupto y verde de nuestros concejos”. ¹
Respecto al verde y los demás colores, abundan en Ponga los días emborrinaos, esos en los
que puede comprobarse que existen infinitos azules entre el blanco y el gris. Y si hablamos
del verde, señalar que uno de los espectáculos más bellos que pueden contemplarse en
la naturaleza es el que se da a mediados de abril, cuando las yemas de las hojas de las
hayas empiezan a engordar y alargarse, como crisálidas vegetales. Aparecen tímidamente
las puntas blanquiverdes de las nuevas hojas, que luego van abriéndose en abanicos de un
verde pálido, para convertirse pocas semanas después en hojas más gruesas, de un verde
¹ José Ramón Lueje “La Peña de Ten”, Revista Torrecerredo, Diciembre 1948