Page 200 - Peñamellera Alta
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EL VALLE DE PEÑAMELLERA ALTA
                                                                             Y LA CASA DE MIER





                                                                           Diego Alcolea Navarro





                 No es fácil resumir la historia de un concejo que, a diferencia de los que le rodean, cons-
                 truyó su identidad municipal gracias a un linaje milenario, los Mier. Y esto fue así porque
                 esta ilustre familia consiguió que el Cueto Alto o collación de Plecín, aun siendo una parte
                 intrínseca del valle de Peñamellera, gozara durante siglos de una independencia realmente
                 sorprendente. Con el tiempo las estructuras fomentadas por los Mier, especialmente la
                 eclesiástica y la judicial, pasaron desde el nivel señorial al municipal, convirtiéndose, a la
                 larga, en los argumentos principales que ayudaron a Peñamellera Alta a convertirse en el
                 concejo independiente que es hoy en día. Así, en 1889 los vecinos señalaban orgullosos
                 al solicitar la separación definitiva del valle bajo que su ancestral autonomía: “…quedaba
                 atestiguada, entre otros monumentos seculares, por las ruinas de las viejas iglesias y las
                 antiguas casas consistoriales y cárceles…”.
                 Todo pudo empezar en el año 1183, cuando el pico Peñamellera fue elegido como punto
                 fronterizo entre los reinos de Castilla y León. Unos pocos años antes los Vela, patronímico
                 primitivo según la tradición oral de los Mier, habían construido en el sitio más venerable
                 de sus dominios la abadía románica de San Salvador de Plecín, primer símbolo tangible
                 de la identidad de nuestro valle. Dos siglos después, en 1385, Plecín seguía apareciendo
                 en la documentación disponible como el único lugar de culto en toda Peñamellera Alta.
                 Los Mier, como patronos herederos del templo, nombraban a los abades sin admitir intro-
                 misiones ni del obispado de Oviedo ni del monarca. Ya por estas fechas Alfonso XI había
                 otorgado al valle el privilegio que impedía a los merinos de Asturias de Santillana inmis-
                 cuirse en las causas judiciales que afectaban a sus vecinos. Con esta dispensa sancionaba
                 la autonomía jurisdiccional que durante siglos había disfrutado la casa de Mier, en cuyos
                 territorios ya debía de existir un alcalde diferente al de Peñamellera Baja.
                 Las convulsiones políticas que acompañaron al siglo XV permitieron que algunos de los
                 sucesores de la casa de Mier se hicieran con los derechos históricos del linaje en el valle,
                 ya por entonces bastante difuminados. Construyeron un nuevo arco sobre la tumba fami-
                 liar situada en el interior de la abadía, impusieron derechos señoriales a los vecinos menos
                 poderosos y se hicieron con el control de los mejores pastos de altura. En su política ex-
                 pansiva concertaron matrimonios con algunas de las casas comarcanas más importantes
                 del momento, como la de los Caso o la de los Villar, se reservaron derechos de asiento y
                 enterramiento en la abadía y monopolizaron el nombramiento de los oficios judiciales,
                 estableciendo un turno entre cuatro familias: la de Juan de Mier del Pregocio, la de Fernan-
                 do Pérez de Mier, la de Juan de Cosio y la de Pedro Díaz de Cáraves. Será en esta época
                 cuando, probablemente al abrigo de unas prácticas feudales desmedidas, se promueva el
                 cambio de advocación de Plecín de San Salvador a San Pedro.


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