Page 12 - Virgen del Camino
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En años sucesivos Domingo fue recorriendo España, Francia, Italia, realizando
nuevas fundaciones y animando a aquellas que se habían fundado.
Incluyendo conventos de monjas, como el de Madrid. El Papa le encargó,
diversas misiones, como organizar la vida religiosa femenina en Roma,
repartida de manera un tanto caótica en diversas residencias. Poco después
de fundar la Orden repartió muchos de los frailes entre centros universitarios
para que recibieran la formación necesaria para una predicación desde
el saber, la reflexión. Fue una decisión discutible, pues era minimizar las aun
pequeñas comunidades; pero bajo la expresión, “el trigo amontonado se
pudre”, Domingo así lo decidió. Y no fue porque no entendiera imprescindible
la vida comunitaria vivida con hondura para poder ser predicador, en la que
tanto él insistía.
Falleció en Bolonia el 6 de agosto del 1221, rodeado de sus frailes, que le
lloraron como auténtico padre. En el momento de su muerte existían ya unas
sesenta comunidades, organizadas en ocho provincias religiosas.
Los frailes no se movieron para buscar un sepulcro digno, ni para que la
Iglesia proclamara su santidad. Tuvo que ser el Papa Gregorio IX, amigo
de Domingo, el que les apremió a buscar un sepulcro digno, y a iniciar un
proceso para su canonización. Esta tuvo lugar en 1234. Sus restos reposan
en un sepulcro, auténtica maravilla artística, en la Iglesia que ahora lleva su
nombre en Bolonia.
Su dimensión espiritual queda resumida en el atributo que pronto le fue
asignado: “varón evangélico”. Desde la sencillez, la pobreza se consideró un
“humilde ministro de la predicación del evangelio”.
Su dimensión humana la resumió un ilustre dominico francés del siglo XIX, el
P. Lacordaire: persona flexible y exigente, sobre todo se exigía a sí mismo;
reformador desde la fidelidad a la Iglesia, “tierno como una madre, duro
como un diamante”.
APÉNDICE
Desarrollo de cómo fue la dimensión humana de Santo Domingo de Guzmán
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