Page 10 - Virgen del Camino

donde se hicieron fuertes, Albi, fueron llamados albigenses. Los albigenses
Fray Juan José de León Lastra, O.P.
SANTO DOMINGO DE GUZMÁN
Fundador de la Orden de Predicadores, dominicos.
Los historiadores fijan su nacimiento entre los años 1170 y 1174. Nace en el
seno de una familia de relieve, señores del lugar. Fueron sus padres, don Félix
de Guzmán y doña Juana de Aza. Tuvo dos hermanos, Antonio y Manés. Este
último se incorporaría a la Orden fundada por Domingo. A él le encargó el
cuidado de las monjas de Madrid, del convento que luego será el de Santo
Domingo el Real.
Durante siete años fue educado por su tío el Arcipreste don Gonzalo de Aza,
en la cercana villa de Gumiel de Izán. Pasó luego a estudiar en el centro más
relevante entonces de la España cristiana. El Estudio General de Palencia:
seis cursos estudiando Artes (Humanidades superiores y Filosofía); cuatro,
Teología. Tras sus estudios fue llamado a ser profesor del centro donde los
había realizado. Fue en el año 1191, en Palencia, cuando en un rasgo de
caridad heroica vende sus libros, tan difíciles de conseguir entonces, para
aliviar a los pobres del hambre que asolaba el lugar.
Se sintió llamado al estado clerical. Ya como sacerdote, al finalizar sus cuatro
cursos de docencia y Magisterio universitario, con veintiocho años de edad,
se incorporó a la vida de canónigo en Burgo de Osma. Enseguida, por sus
relevantes cualidades intelectuales y morales, el Obispo le encomienda
responsabilidades en el gobierno del cabildo, y, de algún modo, de la
diócesis en calidad de Vicario General de la misma.
En 1205, por encargo del Rey Alfonso VIII de Castilla, el Obispo de Osma,
Diego de Acebes ha de desplazarse para una misión diplomática a lo que
entonces se llamaba Las Marcas. (Más o menos de la zona de lo que hoy
llamamos Dinamarca). El obispo pide a su persona de confianza, Domingo,
que le acompañe. Se trata de concertar en la corte danesa las bodas del
príncipe Fernando. Con este motivo al pasar por la zona del sur de Francia, el
Languedoc, conoció la presencia y la acción de los cátaros: que se habían
situado al margen, e incluso contra, la institución eclesial; que por el lugar
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habían conseguido una relevante acogida popular. En la línea de la doctrina
cátara, rechazaban la dimensión corporal de la condición humana; en
busca de una pureza, que habría de evitar todo lo material. Domingo se
sintió movido, conmovido por la situación de esas personas que habían roto
con la Iglesia. Entre otras razones porque habían roto contra la verdad de
la condición humana, a la que pertenece su dimensión corporal. Se sintió
llamado a ofrecer con la vida y la palabra la verdad a tantas personas que
vivían en el error y al margen de la Iglesia.
De acuerdo con el Papa Inocencio III, en 1206, al terminar las embajadas, se
estableció en el Languedoc como predicador de la verdad entre los cátaros.
Quiso también su obispo Diego unirse a esa misión, pero el Papa le dijo que
tenía que volver a su diócesis.
Una de sus primeras decisiones fue recoger en una casa a muchachas,
que había sido inducidas a aceptar la herejía albigense, y vivían en una
condición de abandono. En ese lugar, Prulla, con esas jóvenes se iniciaría
una comunidad, que sería la primera fundación de Domingo; origen de las
que serán las monjas dominicas.
La jerarquía eclesiástica era consciente de la expansión de esa herejía en el
sur de Francia. Organizó una misión para tratar de remediar la situación. Los
enviados se revistieron de los signos que denotaran su autoridad, para poder
imponer mejor lo que era la verdadera fe. El pueblo, sencillo, y que había
optado por una vida sencilla y pobre, no acogió a los delegados papales
y su comitiva precisamente por aparecer con aspecto de riqueza y poder.
Domingo lo entendió. Y optó por poder educar en la verdad de la fe desde
la sencillez y la pobreza. Tuvo pronto seguidores. Que acogió y organizó para
llevar a cabo la misión. Era clérigos, seglares, mujeres. Se creó un grupo de
lo que llamaríamos misioneros o predicadores. Fue un paso que dio lugar a
otro, el de institucionalizar ese movimiento fundando una orden religiosa de
Predicadores. No fue fácil la aprobación, pues un concilio, el IV de Letrán,
había prohibido la institución de nuevos modelos de vida religiosa. Domingo
apoyó la nueva Orden en la Regla de san Agustín, ya aprobada por la Iglesia;
esto, y al ver el Papa Inocencio III que la nueva fundación venía a cubrir un
déficit existente en la Iglesia, el de un cuerpo de Predicadores bien formados,
dio los primeros para su aprobación. La Orden de los frailes Predicadores fue
confirmada en 1216 por su sucesor Honorio III. Era un estilo de vida religiosa
distinta de la vigente, la monacal. Esta que implicaba estabilidad en el
monasterio; los frailes, no monjes, Predicadores eran itinerantes, deberían salir
de su convento- no monasterio- para proclamar por todo lugar la palabra
de Dios.
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