Page 436 - San martín del Rey Aurelio
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Tola y San Juan del Sur, enclave donde tenían al alcance de la mano
            tanto la costa del Pacífico como la del lago Cocibolca, el más gran-
            de de Centroamérica, desde cuya orilla podía ver la atractiva isla de
            Ometepe, que tanto le gustó que a ella quiso ir a vivir con su com-
            pañero el P. Pedro, pero no pudo lograr su deseo.

            Por aquella parte de Nicaragua, belleza natural había mucha, toda
            cuanto se quiera. Pero, en contraste, la realidad social apestaba y ha-
            cía insoportable la estan-cia del misionero. Muy pronto ya, su cora-
            zón sangraba, herido al ver el sufrimiento de los campesinos de sus
            pueblos. Así describe él el paisaje humano: “El estado de ignorancia,
            vejación y miseria que sufren la mayoría de los nicaragüenses, ha
            com-prometido nuestra vocación en un trabajo continuo y agotador
            para redimir a las per-sonas de nuestro pueblo no solo del pecado
            individual, pero también del pecado social con que el régimen dic-
            tatorial de Anastasio Somoza humilla a los nicaragüenses. Nuestro
            compromiso de librarles de la ignorancia y opresión somocista, nos
            convirtió en enemigos de los explotadores y nos hizo víctimas tam-
            bién del aparato represivo. Sufrimos engaños, calumnias, persecu-
            ciones y hasta golpizas a nuestros movimientos de Iglesia. Algunos
            agentes de pastoral son obstaculizados en su labor como delegados
            nuestros ante el pueblo, otros son humillados y torturados en los
            cuarteles y otros son acusados de «subversivos», cruelmente tortu-
            rados y posteriormente asesinados”. Cuadro verdaderamente deso-
            lador el que nos pinta.

            Después de cuatro años intentando sin éxito alguno no ya impedir
            sino aliviar tan lamentable situación, ve que era imprescindible ir a
            la raíz del problema, que no era otra cosa sino la férrea política de
            la dictadura somocista que sometía a los nicaragüenses, privándoles
            de todas la libertades y conculcando sus derechos más fundamen-
            tales. Es entonces cuando Gaspar toma la muy peligrosa decisión de
            enrolarse en la guerrilla dentro del Frente Sandinista de Liberación
            Nacional (FSLN). Es un rasgo de solidaridad con el pueblo sufriente
            y de fidelidad a su ideario, cuyo centro principal era la dignidad de
            la persona humana, que para él se fundamentaba en Dios mismo,
            que lo llenaba todo, sacralizándolo con su presencia, sobre manera
            cuando se trataba de ser humano, que según su fe era “imagen y se-








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