Page 351 - San martín del Rey Aurelio
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persona, nos narra aquella conversación.


            Y es que su infancia no tuvo nada que ver con los recuerdos de la
            canción de Víctor, la suya fue feliz, el esfuerzo de Adelina y Luis,
            padres de Tito, como el de Anita y Gelín, padres de Gabino, hizo
            que no les faltara de nada, fueron dos niños bien educados, bien
            alimentados, en hogares donde se enfocaba su futuro con ilusión.
            Ellos tenían que prepararse para el día de mañana aportar un grano
            de arena y construir, con todos los demás, un país mejor que el que
            sus padres heredaron de sus abuelos.

            Vaya, dijo Tito, parece que la radio y la tele se han puesto de acuerdo
            para que empecemos la conversación recordando los viejos tiempos.


            Y empezaron a fluir los recuerdos, hoy merendaban en casa de los
            abuelos de Tito, mañana en casa de la abuela de Gabino, y así su-
            cesivamente. Había que reponer energías, después de algún duro
            partido de fútbol o alguna pelea entre indios y vaqueros.


            Ambos nacieron en Sotrondio, en casa, que era como se tenían los
            hijos entonces, asistidos por médico, practicante o comadrona. En el
            caso de Tito el parto fue muy largo y la comadrona no daba abasto,
            tuvo que intervenir el doctor, D. Emiliano, personaje de grato recuer-
            do en el pueblo, un extremeño seco pero enormemente eficaz, al que
            muchos sotrondinos recuerdan con cariño, aunque esa lentitud para
            nacer no parece que haya permanecido en él en forma de paciencia.

            En el Colegio San José aprendieron las primeras letras, como olvidar
            a aquella santa de Sor Angeles Robledo, que con infinita paciencia
            sabía inculcarles los conocimientos que les serían imprescindibles
            para superar en su día el curso de ingreso al Instituto, para hacer el
            Bachillerato. Aún hoy ambos la recuerdan con cariño y mantienen
            alguna conversación telefónica que les permite seguir escuchando
            aquella voz, inconfundible por su dulzura, y que aún hoy, con sus
            mas de noventa años, conserva como si todavía fuese una treintañe-
            ra. Creo que ellos dos siempre fueron sus favoritos, sus niños mima-
            dos. Ella los definía así: La inteligencia fue reservada para Gabino y
            la constancia en todo para Tito. Tan diferentes y tan amigos, que se








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