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EL GAITERO DE LLONÍN
Rosa Domínguez de Posada
En el mes de abril hizo ya 15 años que Pancho, “el
Gaiteru de Llonín”, dejó de deleitarnos con su músi-
ca. Recuerdo perfectamente el día de su entierro por-
que recibió cristiana sepultura al son de la gaita como
él mismo había pedido. He de reconocer que no es
cosa habitual y a mí, personalmente, me impactó.
Este detalle nos muestra su calidad humana, su visión
de la vida y de la muerte, del verdadero creyente que
alegre, al son de la gaita, va a reunirse con su querida
María para siempre.
Pancho fue un autodidacta, no estudió música pero su
gran empeño y su tesón le hicieron un virtuoso del instrumento musical. Recorrió Asturias,
España, tocó en Francia y también en Santo Domingo.
Pancho daba mucha importancia a las personas que tocaban con él y por eso su empeño en
formarlos bien compartiendo con ellos su virtuosismo. Siempre estuvo muy bien acompa-
ñado. No puedo dejar de recordar a sus hermanos Cundo (excelente tamboritero) y Joaquín
y también merecen un reconocimiento los hermanos Trespalacios Herrero, especialmente
Vitorino, que nos dejó prematuramente en 2015. Pero también quiero recordar a Luis Sán-
chez, a Antonio Mier, a Ramón Rodríguez Pérez y a Panchin Galán Caso, todos ellos de
Peñamellera Alta y no quiero olvidarme de su biznieto Victor, a quien deseo de corazón que
al menos iguale el listón de su bisabuelo (ya, sabes, Victor, empeño y tesón galána).
Pancho murió en abril del año 2000 y el 5 de junio de ese mismo año, sus vecinos de Llo-
nín ya registraron un escrito en el Ayuntamiento solicitando la celebración de un merecido
homenaje. No voy a relatar las vicisitudes por las que pasó este acto, quien tenga interés
puede consultar las Actas de los Plenos pero si voy a decir que me sentí muy orgullosa de
vivir ese día en el que Pancho recibió el caluroso homenaje de su gente, de sus vecinos y
de toda Peñamellera en un marco tan impresionante como la Iglesia de San Pedro de Alles,
más conocida como la Catedral del Oriente, rompiendo la sentencia que dijo Jesucristo en
la sinagoga de Nazaret al ver que sus compatriotas, en vez de aprovecharse de la ocasión
que el Señor les ofrecía, le despreciaban. “Nadie es profeta en su tierra”.
Con el siguiente texto, quiero rendir mi personal tributo:
En las armonías abrileñas de grillos, pájaros, balidos y esquilas de nuestros pueblos y al-
deas, grabadas desde la infancia en la memoria de tantos hijos de Peñamellera, ninguna
de rebullir más divertido y gratificante en nuestros padres y abuelos, que la dejada en el
recuerdo cada vez que el sol mañanero descorría el visillo por el Picu en un día de campanas
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