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magnífico y arriesgado; autobuses y automóviles particulares iban
        subiendo la peligrosa carretera al borde de la montaña, en cada
        curva creíamos caer por el hondo precipicio. Entendíamos que para
        burlar a la policía político social (la social le llamábamos) no había
        mejor lugar para celebrar una reunión de tantos socialistas.

        La contemplación del paisaje ya justificaba la ascensión a un pa-
        raje tan hermoso que inundaba el corazón de satisfacción por su
        extraordinaria belleza.


        Una vez arriba empezaban las conversaciones, los parlamentos y
        pronto había que compartir la comida puesto que muy temprano
        caería la niebla sobre el puerto y la bajada se haría extremadamen-
        te peligrosa.

        ¿Cuál es el recuerdo más fuerte de aquellas concentraciones? El
        descubrimiento de la fraternidad. La complejidad de la vida con los
        modernos sistemas de comunicación había facilitado el contacto
        de unos con otros, pero ha debilitado la hermandad física, la cer-
        canía de hombres y mujeres que tienen ideales y que quieren ex-
        presarlo libremente. Allí, en Tarna tuve la fortuna de forjar vínculos,
        amistades que no declinan ni siquiera con la desaparición de las
        personas. Me encontré con veteranos del socialismo asturiano, su-
        pervivientes de la represión de la posguerra, incluso de la revolu-
        ción de octubre, y con jóvenes deseosos de libertad y democracia.
        Agustín González, los hermanos Cayo, Marcelo y Vicentín, Encarna,
        Pablo, Emilio Barbón, y las nuevas incorporaciones de los más jóve-
        nes, Suso, Celestino, Álvaro, con los que organizábamos cursos de
        formación socialista en una cabaña de pastor (Xus) en una campa
        cercana al Pozo Funeres de trágica memoria.

        Con los más jóvenes, en Tarna, nos acercábamos a los riscos mas
        sobresalientes, con otros recogíamos arándanos o compartíamos
        unas ricas casadielles, nos contábamos las últimas peripecias de la
        organización del PSOE y de la UGT.


        Aquellas  fueron  experiencias  inolvidables,  rezumantes  de  espíritu
        socialista y de sensibilidad humana. No se borrará de mi mente Tar-
        na y sus reuniones, una fiesta para los jóvenes socialistas andaluces
        que acudíamos al monte de Asturias para aprender socialismo.


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