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Alfonso Guerra González

                 Ex Vicepresidente del Gobierno de España








        La fiesta de Tarna





        Entonces España era un país sin libertad. Un régimen autoritario, una
        dictadura que imponía sus reglas a todos porque habían vencido
        en una guerra y no estaban dispuestos a permitir que los que no le
        seguían ciegamente pudieran disfrutar de la libertad que era co-
        mún en los países europeos.


        Esta es la razón que explica que todos los actos que estuviesen ori-
        ginados por un deseo de convivencia normal adquiriesen un carác-
        ter político, subversivo decían los del régimen.

        En la búsqueda de la liberación democrática un grupo de socialistas
        andaluces, jóvenes inconformistas, encontramos un ejemplo de ac-
        titud y respeto de los principios democráticos y progresistas en los
        militantes asturianos, muchos de ellos ligados a la actividad minera.
        El conocimiento de Agustín González, líder de la minería entonces,
        fue un verdadero deslumbramiento para mí. Un dirigente socialista,
        sindicalista, firme pero siempre elegante, muy exigente y a la vez
        muy tolerante, de pocas palabras pero siempre certero. La convi-
        vencia con él abrió puertas que cruzamos felices de encontrar un
        socialismo serio y amable.


        Fue Agustín quien nos invitó, a Felipe González y a mí, a participar por
        primera vez en la fiesta de Tarna. No teníamos una clara idea de en
        que consistía aquella reunión. Llegamos a Gijón la tarde antes y nos
        quedamos a dormir en la casa de Roces de Agustín. Una casa en la
        que se respiraba vida familiar entrañable; la vida se hacía habitual-
        mente en la acogedora cocina al resguardo del frío.


        Muy temprano de mañana se preparó la subida a Tarna, un ascenso

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