Page 474 - San martín del Rey Aurelio
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cibolca, que es el mayor de la América central, con una extensión
de 8.264 km cuadrados de agua dulce, y al que utiliza como fondo
para hablarnos de los pescadores cosiendo las redes, de las mujeres
lavando la ropa o de los niños jugando.
Pero la realidad se impone y después de tres años haciendo de en-
lace con la guerrilla y adaptándose a la vida clandestina, entra por
vez primera en combate en el otoño de 1977, recordando en una
carta que envió por Navidad a sus antiguos feligreses las razones de
aquel radical cambio de actitud:
“El hambre y sed de justicia del pueblo oprimido y humillado que yo
he servido como sacerdote reclama, más que el consuelo de las pal-
abras, el consuelo de la acción”.
Lo recuerda Ernesto Cardenal tanto en el prólogo de la primera
edición de este poemario titulado Cantos de amor y guerra publica-
do en 1979, como de esta segunda que se publica gracias al impulso,
entusiasmo y generosidad de Carmen Rodríguez Suárez y la edito-
rial Hoja de Lata.
En febrero de 1978 ya dirige Gaspar una columna en el Ejército
Guerrillero del Sur, y aún tiene tiempo para escribir, sobre todo po-
emas en los que la muerte, como un final intuido, y tal vez deseado,
reaparece como un destino inevitable al que no vuelve la cara.
En “Reflexión II” habla de los campesinos y la muerte, del Indio José
Pérez, o de sí mismo:
¡Qué duro es morir
sin ver el triunfo!
Creo que lo mismo
sintió Cristo
y Camilo
y Che Guevara.
A Gaspar le mataron el 11 de diciembre de 1978, de dos disparos, el
segundo a quemarropa; fue junto al río Mena, en una emboscada,
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