Page 62 - Peñamellera Alta
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Por ello la memoria del Inquisidor General de México y Deán de su Catedral Don Juan de
Mier y Villar ha quedado grabada en tan valioso recuerdo en el pueblo que le vio nacer.
Los Cosío, en cuyo escudo se alude a la defensa mantenida por los titulares de tal apellido
de dos Castillos en Ruenes; Los Ruenes mismos; Los Torre, Los Cáraves, Los Escandón,
Los Rubín, de igual modo que Los Mier y Los Trespalacios supondrían para Peñamellera
Alta un conjunto de fuerza viva, no sólo dentro, sino fuera de estos horizontes. Ellos fueron
capaces de haber alcanzado tal altura social en España y en América, que es muy difícil
que haya parangón en tan reducido espacio, como afirmara Juan de Caso en 1717, Párroco
de Santa María de Ruenes y lo confirmara aquel otro clérigo Juan Antonio de Trespalacios
y Mier, Canónigo de Córdoba y natural de Alles.
Toda esta pléyade ilustre de personajes, fruto de la primera emigración religiosa, militar y
política de apaciguamiento de indios en México, dio como fruto el florecimiento en los la-
res originarios de su estirpe de diversas manifestaciones arquitectónicas suntuarias, como
las de Robra
1808-1813. Peñamellera es escenario de algunas operaciones del General Ballesteros, una
de cuyas columnas distinguidas, el Batallón Merodio, que hizo su juramento en Espioña,
estuvo bajo las órdenes de José Mier y Posada.
En 1816 Peñamellera deja de pertenecer a la comunidad de los Cinco Valles (Lamasón,
Herrerías, Peñarrubia y Val de San Vicente).
Se documenta una reacción realista en el Concejo.
Pasado el ciclón de la invasión francesa de 1809 a 1812, que deja saqueada la iglesia,
como se apuntó más arriba, y arrasadas por el fuego diversas casas solariegas y de labrie-
gos en general, arrecian desde el Valle Alto a La Diputación de Cantabria reclamaciones
tendentes a lograr su propia autonomía y a dividir Peñamellera, Pico por el medio, en dos
Municipios, pues no se ponen de acuerdo con la mayor parte de las decisiones tomadas en
Abándames.
Estas pretensiones reciben el aliento de nuevos aires, que oxigenan España. Todo apunta-
ba a un cambio radical con la proclamación el día de San José de 1812 de “La Pepa”, La
Constitución de Las Cortes de Cádiz.
Y así fue.
En estas circunstancias liberalizadoras La Diputación de Santander crea Los Ayuntamien-
tos de Peñamellera Alta y de Peñamellera Baja en 1814. Pero tal estado no dura el año,
ya que fracasa por la inestabilidad, y la ausencia de claridad administrativa, a la hora de
asumir transferencias.
Quedó de nuevo sin solucionar el litigio entre Alles y Abándames. Se suma al impedimen-
to un duro golpe en 1823: la paradójica llegada desde Francia de Los cien mil hijos de
San Luis en apoyo de Fernando VII. Fortalecido el Rey, queda derogada la recién nacida
Constitución y restablecida la situación administrativa anterior, con lo que desaparecen los
ayuntamientos constitucionales nacidos en tal periodo.
No obstante, en 1827 los pueblos del Valle Bajo, aunque de mayor población y fuerza
contribuyente, se avienen a reparar perjuicios e injusticias a favor del Valle Alto: deciden
alternarse en el nombramiento de alcaldes y establecen igual número de concejales o regi-
dores para ambos Cuetos, lo que suaviza un tanto la relación.
Viene entonces a sumarse a tales circunstancias el Decreto de Javier de Burgos de 1833,
que divide España en 49 Provincias. Pasaban Peñamellera (de nuevo una) y Ribadedeva, a
formar parte de La Provincia de Oviedo y Tresviso, a la Provincia de Santander. Ahí queda
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