Page 61 - Peñamellera Alta
P. 61

a españoles grandísimas porciones de tierra, que no las cultivan, sino por manos de negros
                   y de indios, y no es natural que éstos se esmeren en su cultivo, no siendo suyo el fruto ni el
                   fundo, como Europa. Se le premia nombró sucesivamente Comendador de La Oliva en la
                   Orden de Santiago; del Real Consejo de Su Majestad; Gobernador de Hacienda; Secretario
                   de Estado y de Las Negociaciones de Guerra, Marina, Indias y Hacienda, etc. Cargado de
                   honores, aunque responsable de los bienes del Estado, murió humilde y entristecido por
                   desavenencias con el Rey, a pesar de que, como Ministro de Hacienda, había salvado de
                   la bancarrota a España. Murió repentinamente en 1743, sucediéndole el Marqués de La
                   Ensenada.
                   Domingo de Trespalacios y Escandón, nacido en la casa de Llomberu el 1706. Habiendo
                   estudiado en Salamanca, en 1738 llega al cargo de Oidor de Santa Fe de Bogotá y de La
                   Real Audiencia de Guatemala. Pasa en 1741 a Oidor de la Real Audiencia y Chancillería
                   de México. Apreciado por Felipe V, Fernando VI y Carlos III, ostentó honores y formó
                   parte de diversos Consejos. Dotó a la escuela de Alles, fundada por Domingo de Mier y
                   Trespalacios, hermano de su bisabuelo, con cien ducados y añadió la cátedra de Latinidad,
                   dotándola con trescientos ducados anuales.
                   En la casa de Hondrigo de Alles nació Don Felipe José Trespalacios y Verdeja el 22 de
                   mayo de 1722. Estudió en Valladolid. Después de ser Gobernador de La Iglesia Metropo-
                   litana de Santo Domingo, es nombrado en 1775 Obispo de Puerto Rico y después primer
                   Obispo de La Habana en 1782. Dejó sus bienes a Cosme de Trespalacios, que falleció,
                   antes de recoger la herencia. Nadie la reclamó hasta 1912, en que lo intentó Francisco de
                   Trespalacios Cosío, también de Alles, pero que falleció, al llegar a La Habana para gestio-
                   narlo.
                   En 1698 fallece Toribio de Mier, eclesiástico y escritor, natural de La Collada. Catedrático
                   en Salamanca, miembro del Consejo Superior del Santo Oficio, Obispo de Plasencia y en
                   1693, Obispo de Pamplona. Inaugura la Basílica de San Ignacio de Loyola y consigue para
                   Navarra el derecho de asilo en lugar sagrado, que poseía el reino de Castilla.

                   Sin embargo ninguno ha dejado huella tan gloriosa ni perenne como Juan de Mier y Villar.
                   Nacido en Alles en 1736 en la Casa del Esprón. Fue hijo de Pedro de Mier y María Pérez
                   de Mier. Estudió Leyes en Oviedo terminó Jurisprudencia en Valladolid y, tras opositar a
                   cátedra en la misma Valladolid y después la Doctoral de Palencia, por sus muchos méritos
                   en letras, obtuvo el puesto de Racionero en Guadalajara de la Nueva Galicia (México).
                   Después paso a la misma Metropolitana de México y obtuvo el de Racionero y Deán en la
                   Catedral Metropolitana e Inquisidor del Santo Tribunal en Nueva España.
                   Sabedor de la ruina en que se encontraba la antiquísima iglesia de San Pedro de Plecín,
                   destinó grandes cantidades de dinero a la construcción de una iglesia en el centro de Alles,
                   y no retirada como la ruinosa de Plecín, que sería en dimensiones y suntuosidad el segundo
                   templo de la Diócesis. De tal modo que aquel Obispo de Oviedo, Sanz y Forés, iniciador
                   de las obras de la Catedral de Covadonga, titularía el magnífico edificio, al finalizar el siglo
                   XIX en su visita pastoral a Alles, de “El Escorial de Asturias”. Se le dotó también de un
                   retablo para el altar mayor similar al magnífico barroco de la Iglesia de Santo Domingo de
                   Oviedo. Lástima que en 1809 habría de ser saqueado el templo por los franceses, quienes
                   también se llevarían cantidad de alhajas y mobiliario suntuario. Lástima también que un
                   rayo dañaría en gran proporción el edificio en 1847, que habría de forzar al entonces pá-
                   rroco, natural de Ruenes, Don Cosme Ramón de Villar a pedir ayuda a México, ayuda que
                   llegó en abundancia para repararlo a partir de 1856.
                   De todas formas la sólida y bellísima construcción admira a cuantos la siguen disfrutando.

                                                                                                                    61
   56   57   58   59   60   61   62   63   64   65   66