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destaca el rezo del rosario, que resuena aún hoy en el interior de muchas
casas de la parroquia, y también en los días de su novena y de su fiesta
cuando podemos verla adornada la saya y el manto traídos de Filipinas. Son
sus mejores galas y la Virgen luce preciosa aun cuando le echamos en falta
el cinturón bordado, también de origen filipino que hubo que dejar como
pago en la aduana. En las grandes solemnidades también lucen sobre las
cabezas de la Virgen y del Niño Dios la corona imperial que fue donada
por todos los feligreses y cofrades de la parroquia en torno a los años 50 del
pasado siglo XX.
Así podemos ver a nuestra Virgen del Rosario en cada fiesta y cuando sale
a la calle en procesión para visitar a sus hijos, mirando a cada uno de los
pueblos de la parroquia con la mirada cariñosa con la que solo una madre
es capaz de mirar. Y así sale la mañana del primer sábado de octubre para
bajar a la capilla de san Vicente y vuelve el primer domingo de octubre para
la fiesta, acompañada por sus hijos, los que a diario viven en el Condado
y los que por diferentes motivos no están a diario en la parroquia, pero no
quieren perderse este día de fiesta para acompañar y honrar a su madre del
cielo, la Virgen del Rosario.
En la margen izquierda del río, separada de San Esteban del Condado por el
Nalón, está la parroquia de San Martín de Lorío. En el pueblo de Soto de Lorío
encontramos la capilla dedicada a los santos niños de Alcalá de Henares,
Justo y Pastor. En el templo parroquial de San Martín de Lorío, iglesia preciosa
con cinco retablos barrocos, el principal está dedicado al santo titular de
la parroquia, san Martín, acompañado por cuatro medallones en los que
vemos los misterios gozosos del Santo Rosario. El retablo del lado de la Epístola
está dedicado a san Francisco de Asís, y el del lado del Evangelio al apóstol
san Pedro.
En la nave de la iglesia aparecen otros dos retablos, uno de los cuales parece
que ha venido trasladado desde otro lugar. En él podemos encontrar un
Cristo crucificado que, antaño, la tarde del viernes Santo, era descendido de
la cruz, para poder celebrar el santo entierro del Señor, acompañado por la
imagen de san Juan Bautista, que probablemente estaría antiguamente en
la iglesia del Quintanal, a la que posteriormente haremos referencia, y la de
san Antonio de Padua. Al otro costado de la nave está el retablo de la Virgen
del Rosario, festividad de la parroquia que se celebra el 8 de septiembre. Ese
día, sale la Virgen a recorrer el pueblo de Lorío y a bendecirlo acompañada
de sus hijos. Esta imagen, como el retablo que la alberga, está realizado por
el gran escultor Antonio de Borja, que fue uno de los principales escultores e
imagineros españoles a caballo entre los siglos XVII y XVIII.
Bajando por la orilla del río, en su margen izquierdo, encontramos la capilla
del Quintanal, fundada en 1756 por un caballero de la Orden de Santiago.
Esta ermita estaba dedicada a la Virgen Inmaculada y a san Juan Bautista.
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La imagen de la Inmaculada la encontramos en el pequeño retablo central
que hay en la capilla del Quintanal. También podemos encontrar aquí, en
su pequeño trono de procesionar, la imagen de la Virgen del Obellayo.
Esta imagen preciosa y antiquísima, es a la que más devoción se le tiene.
Sin embargo, no tiene un lugar en el retablo. ¿Cómo puede ser? Los
acontecimientos históricos nos ayudan a entender el por qué.
En el pueblo de Ribota, cercano a la capilla del Quintanal, se encontraba
una ermita dedicada a santa Eugenia, de principios del siglo XVI, tal como se
puede comprobar en los ocho libros que de ella se conservan en el Archivo
Histórico Diocesano. La imagen de la Virgen del Obellayo fue trasladada
desde esta ermita de Ribota a la capilla del Quintanal en 1851 porque las
minas en el subsuelo y el abandono estaban acabando con el edificio.
Pero, a principios del mes de agosto, la imagen de la Virgen Lactante sale
a visitar su querido pueblo de Ribota y a bendecirlo como solo una madre
sabe hacerlo. Llaman poderosamente la atención los grandes ropajes de
la Virgen y la diminuta cabeza de la misma. Solo en el momento en el que
se le quitan los vestidos se puede ver la belleza que en ellos esconde esta
pequeña imagen en la que la Virgen María da de mamar al Niño Jesús.
Río abajo nos llegamos al romano Puente de Arco. A su lado podemos
encontrar una pequeña ermita dedicada a santa María Magdalena, aunque
antes tenía la advocación de Santa Eugenia. Hay en ella una imagen popular,
recientemente restaurada, de la santa penitente con cierto valor. Parece ser
la capilla más antigua de la parroquia, según relatan los libros de fábrica
que se conservan, en la cual se reunían los vecinos, bajo la protección de la
patrona, para elegir a los responsables del orden civil de la zona.
Seguimos navegando río abajo y encontramos, como afluente, el río Villoria,
que se une al Nalón en la parroquia de san Juan Bautista de Entralgo. Pero
vayamos a las fuentes y a los orígenes de estos ríos, para ir descubriendo de
una manera inesperada lo que vamos a relatar.
Comenzando por las montañas más lejanas del concejo y descendiendo
por el río Villoria, encontramos, en la parroquia de san Antonio Abad de
Tolivia, una capilla dedicada a san Humberto, en la Bárgana. Es de reciente
creación, a finales del siglo pasado. Cerca del arroyo del Mosquil y en la
falda de la montaña más característica y visitada del concejo, la Peña
Mea, donde podemos encontrar un precioso paisaje de pastos, típicamente
asturiano, está uno de los santuarios que, desde el siglo XVII, ha aglutinado
en sus fiestas a romeros venidos no solo de nuestro concejo, sino también de
los concejos vecinos y, antiguamente, hasta de Langreo.
En este santuario, dedicado a la Visitación de la Virgen María a su prima
santa Isabel, se puede contemplar el saludo de ambas mujeres y cómo san
Juan Bautista salta de alegría ante la visita de su primo Jesucristo, el Salvador
del mundo. Ante este misterio de belleza escondido entre las montañas,
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