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Cuando empezó a tener dificultades para poder asistir a nuestra
liturgia le costó mucho aceptarlo, y siempre lo decía cuando nos
encontrábamos.
Era muy delicada y nunca quería molestar. Agradecía también
muchísimo cualquier gesto o detalle que se tuviera con ella. Toda la
comunidad le guarda un recuerdo muy afectuoso.
Cítara (foto ajena)