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para que Felipe II, en virtud de una bula pontífica de Gregorio XIII,

incorporase a la Corona las propiedades que el Obispado tenía

en Parres, momento en el que aquellos pocos vecinos -nuestros

antepasados en estos lares- compraron en pública subasta esa

mitad del Coto por 254.725 maravedíes; mientras, la otra mitad

siguió en el disfrute del Monasterio de Villanueva y la Casa de

Nevares.

El que siempre llamamos Monasterio de San Pedro de Villanueva

-hoy Parador Nacional de Cangas de Onís- nos daría para escribir

durante semanas. Este cenobio tuvo una muy estrecha relación con

nuestro concejo, pues aquí tuvo muchas propiedades y derechos

históricos.

Y es que sobre esta Real Casa de Benedictinos aún queda mucha

tela por cortar en su larga historia documentada desde el siglo

XII. Desde el primer libro que se conserva del archivo monacal se

repite -año tras año- a lo largo de casi dos siglos, la referencia al

Coto de Las Arriondas con afirmaciones como ésta: “El Conde de

Las Arriondas paga cada un año nueve celemines de pan mediado

por el foro que desta Cassa lleva, que es muy bueno si lo tuviera

libre esta Cassa; es la cuarta parte del Coto y término de Las

Arriondas, todo a monte y valle y río”.

Pero aquellos, aproximadamente doscientos cincuenta vecinos

del Coto, viendo que seguían subordinados a la casa de Nevares,

a pesar de ser dueños de la mitad del mismo, renunciaron a su

propiedad y se la vendieron en 1672 al Regidor del Concejo,

Bernardo Estrada.

Los herederos de esta familia, además del palacio de Nevares, tenían

una casona en Arriondas, cerca de la capilla que hoy llamamos de

San Antonio, en el mismo lugar donde, todavía en la actualidad,

decimos “La Torre”. Como el concejo tenía dos distritos, sus

delegaciones municipales tenían medio voto cada una en los actos

provinciales a los que, por derecho, acudían un noble de la casa