Page 24 - Peñamellera Alta
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HISTORIA


                 Pues bien, borrando la huella humana del panorama actual, volvamos hojas y piedras del
                 pasado, despejándolas de la maraña del tiempo, para perfilar y entender la fisonomía de su
                 historia.
                 Al desaparecer tales huellas y salvados los numerosos cambios climáticos y vegetativos
                 que se sucedieron tras la segunda glaciación, veremos al hombre nómada pararse en Peña-
                 mellera unos 18.000 años atrás, a la expectativa de sus atractivos de habitabilidad. El pai-
                 saje se nos ofrece muy distinto al actual: Cuníferas y helechos dominaban sobre cualquier
                 otra manifestación vegetativa (ahí quedan los tejos autóctonos). Y atraído por la pesca
                 de sus ríos, por la caza y extracción de raíces en sus bosques, los rastros nos demuestran
                 también otras diferencias exóticas hoy en día. Sirva como ejemplo, que en los terrazos de
                 Concha La Cova o Cueva del Quesu de Llonín se encontraron huesos de hienas y de pan-
                 teras, como también lo sería el elefante, en la del Pindal de Tina, o el bisonte de Coimbre.
                 Pero había además otros animales, como nos lo demuestra el arte parietal de la Caverna.
                 Pintada y grabada en distintas etapas, resulta una monumental muestra, en la que se mez-
                 clan ciervos, caballos, bisontes... El gran panel aparenta una amalgama caótica mirado de
                 cerca, debido a que las figuras forman un palimpsesto rupestre. Pero a medida que nos ale-
                 jamos y lo contemplamos, va adquiriendo fuerza y armonía. Es tal la importancia de lo allí
                 grabado, que además del animalario apuntado, se puede distinguir la figura de una mujer,
                 aparte de series de manchas, puntos y trazos de carácter enigmático y de una gran serpiente
                 de intenso color rojizo, tal vez representación del cercano Cares.
                 Otros yacimientos paleolíticos del Concejo con grabados, pinturas e industria lítica se
                 encuentran en Subores y La Paré de Nogales de Mier; en La Coimbre o de Las Brujas de
                 Besnes; y la Cueva abrigo de Traúno de Trescares.
                 A época posterior, pertenece una punta de lanza encontrada en Trescares y diversos mate-
                 riales de Llonín, Besnes y Oceño.
                 Este peñamellerano primitivo, que nos había dejado muestras de su avanzada cultura en el
                 Magdaleniense, a partir del 1800, hasta el 1 antes de Cristo, recibió la incursión de pueblos
                 indoeuropeos procedentes primero de Los Campos de Urnas de cultura Lausácica y Silési-
                 ca y después, de cultura Céltica.
                 El caso es que los romanos, cuando llegan a Hispania, ya hablan de los habitantes de este
                 Valle, incluidos dentro del pueblo Orgenomesco, según las plumas de Plinio, Mela y Pto-
                 lomeo.
                 El prefijo geno- es un antroponímico celta, que indica la raza. El sufijo -sco es de origen
                 ligur (Suiza). Estrabón por testificación de Posidonio de Apamea sitúa geográficamente a
                 los Orgenomescos y dice que su puerto a la mar es Vereiasueca (Tinamenor o San Vicente
                 de La Barquera). Según ellos, tienen por limítrofes a los cóncanos al Este, los avaraginos
                 al Sur y los lugones (astures) al Oeste. Consideran cantabri a los tres primeros.
                 Rastros en estelas referentes a clanes orgenomescos se encuentran en Collía, en Torrevega
                 y en las minas de El Centenillo (Jaén), del año 105. La lejanía de esta última se explica por
                 la rebeldía de los nativos, tras ser derrotados en Portus Victoriae (Pontejos-Santander) en
                 el año 19 a. de Cristo, fueron condenados como esclavos a trabajar en aquellas tierras y a
                 inscribirse en las legiones.
                 Vivían en chozas distribuidas de una manera desordenada en los montes, estratégicamente
                 situadas para su defensa. (En Oceño, en donde Canella testifica el hallazgo de variado ma-
                 terial lítico e instrumentos célticos; en Rozagás, en La Collada, en El Cau, en Somohano,
                 en el Pedrosu, entre Besnes y Santo Tomás, todos lugares, que después aprovecharían los

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