Page 22 - Laviana
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de los años. Y no es para menos, su imponente presencia destaca. Vigila nuestras
                 Fernando María Rodríguez Pandiella                                                      vidas de manera silente y es, a menudo, objeto de nuestra atención, siempre que las

                 Presidente de la Sociedad Cultural y Gastronómica LA PEGARATA                           nubes o las nieblas no la envuelvan en un abrazo posesivo.
                                                                                                         <<Mi corazón infantil palpitó, y desde el corredor emparrado de mi casa os grité:
                                                                                                                                            3
                                                                                                         -Nolo, ¿vais a zurrar a los de Lorío ? ¡Llévame contigo! Yo te vi sonreír, intrépido
                                                                                                         guerrero de Villoria. Alzaste la mano y me enviaste un gracioso saludo. >>
                                                                                                                                                                             4
                                                                                                         Como podemos comprobar va dejando la huella de sus sentimientos por su terruño
        Demetria y Nolo                                                                                  a cada paso. Aprovecha el hilo conductor de la novela para intercalar los más

                                                                                                         sentidos recuerdos que perviven en su memoria.
        Don Armando, La Aldea Perdida y La Pegarata
                                                                                                         <<Cierro los ojos, miro hacia adentro y aun os veo cruzar por delante de mi casa
                                                                                                         llenas de atractivos como dos estrellas descendidas de la región azul del firmamento
                                                                                                         para iluminar mi valle natal. Aun veo vuestros ojos brillantes de dicha, aun veo vuestro
        <<Y vosotras sagradas musas, vosotras, a quienes rendí toda la vida culto fervoroso              labios de coral plegados por una sonrisa divina. Mis manos infantiles batieron las
        y desinteresado, asistidme un vez más. Coronad mis sienes, que ya blanquean, con                 palmas y grité con toda la fuerza de mi pecho: <<¡Vivan los novios!>> <<¡Adiós!>>,
        el laurel y el mirto de vuestros elegidos, y que éste mi último canto sea el más suave           me dijisteis, enviándome un beso. >>
                                                                                                                                         5
        de todos. Haced, musas celestes, que suene grato en el oído de los hombres y que,
        permitiéndoles olvidar un momento sus cuidados, les ayude a soportar la pesadumbre               No hay duda de ello, pero aunque así fuese, es menester despertar la conciencia
        de la vida.>>                                                                                    sobre la deuda de gratitud que hemos de sentir hacia Palacio Valdés al reseñar su
                                                                                                         Laviana con tal detenimiento. Lugares tan cercanos y tan presentes como La Pola,
        Así imploraba don Armando Palacio Valdés a sus musas en su Invocación de La                      Canzana, Entralgo, El Condao, Llorío, Rivota, Puente de Arco, Iguanzo, Los Tornos,
        Aldea Perdida.                                                                                   Navaliegu, Solano, Fresneo, Tolivia, Villoria, Arvín, La Ferrera, Mardana, Carrio, Tiraña,
                                                                                                         Barredos, El Raigosu, etc., han sido arrojados al mundo literario, y siguen surcando los
        Siempre ha sido el poeta objeto de habladurías en torno a su afecto por Laviana,                 vientos a miles de quilómetros de nuestro valle.
        aun hoy se escuchan voces que dudan de su devoción, sin duda consecuencia
        de la falta de conocimiento de sus escritos y especialmente de La Aldea Perdida.                 Otro aspecto muy interesante, hoy día que nos embarga una clara preocupación por
        Recordemos aquí algunos breves fragmentos que contradicen tales afirmaciones:                    el cambio climático, hoy día que se cierran instalaciones que utilizan el carbón como
                                                                                                         combustible, hoy día que ya han desaparecido las explotaciones mineras de nuestro
        <<¡Bien presente está en mi memoria! Para que pudiese penetrar en el corro alzabais              entorno, es descubrir de manera sorprendente como La Aldea Perdida abraza con
        amablemente vuestros brazos. En medio del círculo seguía con los ojos extáticos                  tanto ardor postulados adelantados a su tiempo de carácter proteccionista.
        vuestros  acompasados  movimientos.  Escuchaba  vuestros  cantos  inocentes,  que
        penetraban en mi corazón infantil, inundándolo de una felicidad que nunca más,                   3  Francisco Trinidad en su edición de esta novela, incluye la siguiente nota: <<Sobre esta <<ba-
        ¡ay!, he vuelto a sentir. >>                                                                     talla del Otero>> ha escrito Emilio Martínez, <<La Laviana de Palacio Valdés>>, en el Boletín
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                                                                                                         del Instituto de Estudios Asturianos, XIX, Oviedo, 1953, págs. 296-297: <<en lo referente a la ba-
        Al recrear sus vivencias infantiles con tal sentimiento, no deja dudas sobre la                  talla del Otero, la más larga, dura y emocionante de cuantas hubo en nuestro concejo y de la
        veneración con que llevó a lo largo de su vida esa afección por el valle de Laviana,             que obtuvo amplios informes, sea por no provocar otra lucha, o por otra causa, don Armando
        como él lo describe.                                                                             en su magistral descripción, puso a los de Lorío y Rivota en lugar de los de Rebollada, y a los
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        <<No quiero otras montañas que ésas que me han visto nacer; la Peña Mea, la Peña                 Traviesa, primo hermano mío, cortejaba a una moza de Pielgos, pretendida también por uno
        Mayor, el pico de la Vara. >>                                                                    de la Rebollada, alineándose al lado de cada uno los de los caseríos colindantes, y el día de
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        Este afecto por nuestras montañas, majestuosas vigilantes de nuestro territorio está             aunque menos los de la Traviesa (…) El cura salió con un crucifijo y don Marcelino Trapiello,
                                                                                                         juez de primera instancia, admirado y querido por su bondad y rectitud, lanzando tiros al aire;
        muy presente en los lavianeses, existe una muy cierta sensación de admiración,                   pero los contendientes cambiaban de sitio sin dejar de darse palos. Por fin intervino la guardia
        especialmente por Peña Mea, que se ha transmitido de padres a hijos a lo largo                   civil, hizo una imponente descarga al espacio, y todos escaparon monte arriba.>>

        1  Capítulo V. LA ROMERÍA DEL CARMEN.                                                            4  Capítulo XII. EL DESQUITE.
        2  Capítulo IV. LA MISA.                                                                         5  Capítulo XXII. LA ENVIDIA DE LOS DIOSES.


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