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Asturias, Covadonga y su entorno natural
de peregrinos y visitantes, la delicada imagen la maternidad divina de María. Pensando po-
de la Virgen, del escultor Juan Samsó Lengly. siblemente en que habría de presidir el gran
Encargada por el Cabildo tras inaugurarse el templo de un santuario, que conmemoraba a
templo, no llegaría a Covadonga hasta el día lo largo de los siglos una singular invocación
17 de diciembre del año 1908 en medio de y protección de la “Madre de Dios” a los cris-
una enorme nevada que tenía prácticamente tianos. Mensaje teológico que con sencillez y
aislado el Santuario. Circunstancia que no im- ternura se explicita en la imagen. Iniciándose
pidió a los albaceas testamentarios de Samsó en la parte posterior del trono, donde aparece
cumplir con tan importante encargo. representado el ángel de la Anunciación, con-
tinuando con la paloma de la aureola que evo-
El artista, en sintonía con el estilo modernista ca la acción del Espíritu Santo sobre María,
y la espiritualidad de la época, formuló una cubierta su cabeza con el tocado de la donce-
interpretación espiritual contemporánea de lla de Nazareth y cuyo rostro revela el candor
y la pureza virginal en que se sustenta esta
singular maternidad. El Niño aparece en bra-
zos de la Virgen que amorosamente lo mira
con ojos de madre y veneración de discípula,
presentándolo como esperanza de Salvación.
El trono en el que está sentada la Virgen y la
pedrería de joyas que figuran en los bordes
de su manto, simbolizan la condición de reina
que le trajo aparejada esta Maternidad divina.
Completan el lenguaje iconográfico y simbóli-
co del interior del templo, la reproducción de
la Cruz de la Victoria, obra de Miranda, que
preside el altar mayor, en cuyo presbiterio se
encuentran dos grandes y valiosos lienzos, La
Anunciación del pintor Vicenzo Carduccio y la
Proclamación de Pelayo de Luis de Madrazo.
Mientras que las banderas colocadas en uno
de los lados del crucero, evocan el mensaje
de hispanidad que tiene sus raíces en Cova-
donga, y la proyección que la devoción a la
Santina ha adquirido en esos países a través
de la emigración asturiana.
En el exterior se abre una gran explanada que
hace de amplio recinto para las procesiones
durante la Novena y las grandes solemnida-
des, en cuyo suelo aparece trazada en piedra
rosada una senda o Vía sacra que une la Basí-
lica con la Sta. Cueva. Situada en la plaza de la
Basílica hay una gran estatua de Pelayo, pro-
tegido por la Cruz de la Victoria, obra del es-
cultor Gerardo Zaragoza, que en su base lleva
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