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instalados en Bueres tenían todo su tiempo dedicado a embellecer
este trocito de cielo, que el había creado para los dos. Curiosamen-
te su abuelo materno había construido la casina Sopalacio para su
esposa Mercedes, y el había hecho lo mismo para ellos.
Vivir en Bueres es un regalo de la naturaleza, que pocas personas
saben valorar. El me enseñó a conocer muchos valores de esta vida.
Sus gentes, los maravillosos prados, los caminos, el mismo pueblo
con ese encanto tan peculiar. Tiene una manera de embelesar en
todas las estaciones del año. Antonio y Paulina disfrutaban de todas
ellas con intensidad embelesados dejando pasar los días, los años.
En primavera se ponen los árboles en flor y es un espectáculo ini-
gualable verano empieza a crecer la fruta de los árboles y es como
si nacieran a la vida. En la caída de la hoja en otoño. Se pone todo el
paisaje de color ocre y resulta todo un espectáculo contemplar los
atardeceres y cuando llega el invierno con el intenso frío es relajan-
te mirar a través de las ventanas como nieva en muchas ocasiones.
Pero con la chimenea encendida y buena calefacción,es una mara-
villa. Para empezar de nuevo con el milagro de la primavera.
Así pasaron los 19 años más maravillosos que una pareja pueda
tener. Paulina se sentía orgullosa de haber podido compartir estos
años con el hombre más brillante y sensible que la vida le había
concedido. Envejecieron los dos, en las montañas con una gran dig-
nidad, y rodeados de amor. Vivieron intensamente este regalo que
la vida les había entregado en este maravilloso lugar. Fueron 15 años
perfectos, diría mas bien maravillosos, pero había que preparase
para la despedida, aunque para esto ultimo no existe el poder habi-
litarse, no se quiere ver. Los últimos cuatro años fueron duros pues su
cuerpo envejecía muy deprisa, pero no por ello fueron malos, muy
al contrario
Ángela persona de confianza de la casa, fue un cielo para los dos.
Les ayudo a ambos a llevar la vida, desgraciadamente destinada al
final de la misma. Es muy dura la separación del cuerpo, pero estoy
convencida que a pesar de lo terrible que es nunca nos vamos del
todo mientras nuestra cabeza y nuestro corazón estén unidos.
Los años que pasaron en Bueres fueron tan preciosos, tan llenos de
vivencias, y enmarcado por un extraordinario paisaje. Nadie se pue-
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