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rior, decorado por uno de los mejores conjuntos de pintura religiosa
        de Asturias. Reproduce esta capilla, dentro de su planta, cuadrada,
        los modelos de cúpula de media naranja, sobre pechinas. El Padre
        Eterno, en el centro de esta cúpula. La lucha de los ángeles contra
        el demonio, personalizada en el centro por el Príncipe de las milicias
        angélicas  San  Miguel,  cuyo  nombre  sabes  significa  “¿quién  como
        Dios?”, que se halla ayudado por los otros dos arcángeles San Rafael
        y San Gabriel. El demonio se debate como agonizante a los pies de
        San Miguel. Enfrente en la cúpula, tres jarrones de flores, simbolizan-
        do la obtención de la gloria por los bienaventurados, por los creyen-
        tes, a quienes ofrecen protección y seguro los tres arcángeles. Una
        cenefa todo en torno, con exquisitos roleos realza la gloria del cielo.
        Puedes recordar la lucha contra el dragón infernal de los pasajes de
        Apocalipsis 12, 7 y del Libro de Daniel 10,13.

        En el retablo, flanqueando una hermosa y expresiva figura de la Pie-
        dad, con Jesús muerto sobre su regazo, se hallan dos cuadritos con
        el arcángel San Miguel y el Salvador del mundo. Tres pinturas al óleo
        realzan la intensidad pasional de la capilla, dedicada a los Siete Do-
        lores de la Virgen María: la Flagelación, el Encuentro de Jesús Resu-
        citado con la Magdalena y otra escena de la Pasión. Otra vez, otro
        óleo del Arcángel San Miguel. Y lo que le confiere peculiaridad en las
        paredes laterales catorce escenas del Vía crucis, pintadas al fresco,
        con sus respectivas cartelas explicativas, con letra y ortografía muy
        del siglo XVIII. En las pechinas sobreviven dos cuadros con los evan-
        gelistas San Lucas y San Juan, hallándose vacíos los que conservan
        los epígrafes de San Mateo y San Marcos.


        El clima pasional se te impone a ojos vistas, te domina, te subyuga:
        diríamos que te sumerge con la mayor intensidad en los Dolores
        de la Virgen María. El reducido espacio entre las cuatro paredes, la
        expresividad de los cuadros y de las imágenes, te deja impregnado
        de las vivencias que los artistas quisieron transmitirnos. Uno se sien-
        te anonadado ante tanto logro artístico y se le estremece el alma
        cuando contempla que, entre las escasas muestras de pintura ba-
        rroca en nuestros edificios sacros, se hallan en peligro las de esta
        capilla de los Dolores de Nieves, en la parroquia de Santiago de Bue-
        res, en Caso, ya que las grietas que se vienen acentuando en los
        últimos años debidas quizás a fallos o corrimientos en las cimenta-
        ciones, un día pueden darnos un susto y abocar a perdición un con-


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