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No hablo a humo de pajas, sino desde una experiencia contrasta-
        da en visitas y visitas, en notas y más notas tomadas en papeles
        improvisados, en contemplaciones y degustación cariñosa de es-
        tas construcciones sacras. Daré a conocer algunos rasgos que nos
        ayuden a un acercamiento pedagógico-catequético a un edificio
        singular por su historia, por las peculiaridades de su arte, por las de-
        vociones de un pueblo que quisiera verla renacer de las glorias de
        su pasado que la adornan.


        La fecha de 1716 campea cual blasón llamativo para el devoto que
        a ella llega. Una peculiar forma de soporte de la campana llama
        a la verdad la atención: un hueco similar a una ventana ennoble-
        ce su fachada ofreciendo como elemento central la campana, con
        que, desde su fundación, viene cumpliendo funciones de llamar a
        los vecinos, a rezar la “Bulda”, como se decía, a reunirse para el rezo
        del rosario aplicado por los difuntos y, en el caso de Nieves, para los
        ejercicios del vía crucis que acompañaba las vivencias cuaresma-
        les de los vecinos, y también para acudir a sesiones concejiles, para
        distribuir las sextaferias, para que los “veedores” dieran cuenta al
        vecindario de las encomiendas recibidas.

        Una capilla, digo, singular, dedicada a los Siete Dolores que la pie-
        dad popular aprendió a contemplar, uniendo sus vivencias a las de
        la Virgen María, en los pasajes más dolorosos de la vida de su Hijo,
        Jesús. Aprendióla el pueblo cristiano de la práctica que, en siglos
        pasados, desde la Edad Media, enseñaron a los creyentes cristianos
        los Siete Santos Fundadores de la Orden de los Servitas o Siervos de
        María (venerados el 12 de febrero).


        Fue fundador de la capilla de los Siete Dolores de la Virgen María, en
        Nieves, uno de los pueblos que conforman la parroquia casina de
        Santiago de Bueres, el presbítero don Juan de la Pipa. Sabemos que
        la capellanía de los Dolores quedó vacante en 1743, por fin y muerte
        de don Cipriano Aladro, nombrado en su momento para sustituir a
        don Matías de la Pipa, su segundo capellán, siendo la familia de este
        apellido de rancio linaje en Caso.

        La capilla es uno de los más logrados testimonios asturianos del
        barroco rural. Si un rasgo hubiera de destacar, que en mí produjo
        mayor impresión, fue la creación de atmósfera religiosa en su inte-


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